La Princesa de Hielo.
Introducción.
Había
una vez en Amestris, un grupo de militares que estaban planeando una guerra.
Para poder atacar a los pueblos que se oponían al poder, necesitaban de la
ayuda de alquimistas estatales; uno no podía ser un alquimista estatal tan
fácilmente, había que pasar por una prueba que exigía asombrosas habilidades de
alquimia para sorprender al King.
En
uno de los pueblos que atacaban, vivía una de las grandes familias: los
McDougal. Eran finos y respetables, llevaban clases de alquimia respecto a
transmutar hielo desde muchas generaciones; Isaac y Marceline eran los hijos
próximos a heredar las habilidades alquímicas de su abuelo. Isaac era el
hermano mayor, de 20 años; mientras que Marceline tenía apenas 10.
A
la edad de 22 años Isaac aprobó el examen para alquimista estatal y más tarde
fue reconocido como el Alquimista de Hielo. Al participar en su primera guerra
se dio cuenta de que su familia corría peligro en cualquier momento, así que
debía instruirla para sobrevivir. Cuando regreso a casa se enteró de que sus
familiares habían muerto, menos Marceline, que permanecía escondida en el
closet de su gran habitación durante el ataque. La familia McDougal se había
reducido a 2 integrantes.
Isaac
instruyo a su hermana en el arte de la alquimia más rápido de lo previsto, no
quería que fuera asesinada…
-
Marceline, tendrás que convertirte en alquimista estatal para sobrevivir –
-
Hermano… -
La
chica dudaba, tenía 14 años, era completamente imposible que la milicia la
aceptara para siquiera realizar el examen.
-
Cuando cumplas 15 años, iras y te presentaras con el Fuhrer –
-
Pero… -
-
Yo mismo le convenceré de que te acepte –
…
-
Es una pena lo que paso con tu hermano –
Marceline
bajo la cabeza. El Fuhrer King Bradley estaba ahí, hablándole en su oficina…
-
Recuerdo cuando me convenció para dejarte hacer el examen de alquimista
estatal. Ahora él se ha convertido en un traidor, después de tratar de
asesinarme tuve que contenerme para no hacerle tanto daño, pero al final lo
hice. Quiero pedirte una disculpa –
¿Una
disculpa? ¿Solamente eso para justificar la muerte de Isaac? ¿Eso sería
suficiente?
-
Puedes pedir lo que tú quieras –
La
chica se mantuvo en silencio. Lo pensó profundamente… ¿Qué era lo que ella
desearía en ese momento? Su hermano ya estaba muerto, no quedaba nadie más en
su familia. Ya había hecho y aprobado el examen para alquimista estatal… ¿Qué
más podría querer? ¿Asesinar al Fuhrer para vengar a su hermano? ¡No! No podía
hacer eso, enfrentarse a King Bradley era enfrentarse a la muerte. Su hermano
le pidió que sobreviviera, sea cual sea la situación.
-
Quiero ser nombrada como el nuevo Alquimista de Hielo, señor – dijo, al fin.
-
Así será, pero tengo una mala noticia para ti –
-
¿Huh? –
-
Debido a que en la guerra de Ishbal fuiste cómplice de Kimblee, tu rango de
alquimista será reducido –
-
¿Ya no seré alquimista estatal? –
-
Seguirás siendo, porque cumpliré lo que me pides. Sin embargo, te convertirás
en subordinada del Coronel Mustang –
¿Subordinada?
Una McDougal como subordinada haría que su familia se retorciera en su tumba,
pero como había tenido que ver con Kimblee en la guerra, debía ser castigada.
-
Pero Kimblee solamente fue… mi maestro –
-
Exacto, si hubieras cometido los mismos asesinatos que él tu lugar seria en la
cárcel – explico Bradley – Bien, espero que estés lista, mañana serás
presentada al Coronel –
Ahora
Marceline tenía 20 años, ya había pasado tiempo como alquimista estatal,
segunda por cierto, instruida por Kimblee en la guerra de Ishbal y
completamente fría y preparada para enfrentarse a cualquiera. Camino por la
calle durante la noche, visitando un bar para poder relajarse…
Tres
hombres estaban ahí, 2 de ellos no muy convencidos de pasar un rato en el lugar
de mala muerte.
-
Solamente vine por el buffet – aclaro el más rudo.
-
Para eso pudimos haber ido a un lugar menos peligroso –
-
No sean cobardes – dijo el rudo, que se levantó de su asiento y al dar la media
vuelta choco con una persona.
Al
momento de chocar, toda su bandeja de comida se le vino abajo. El público miro
atentamente…
-
¡Oye, idiota! ¿Tienes idea de cuánto costo esto? – pregunto el rudo, gritando y
llamando la atención.
-
¡Hazte a un lado! – dijo la persona, que paso aventándolo, como respuesta.
Heymans
Breda era el ofendido, le gustaba comer mucho y no se dejaba de cualquiera. Así
que tuvo que responderle a la diminuta persona, comparado con él, que le había
agredido.
-
¿Quieres pelear mocoso? –
-
¿Mocoso? – Marceline volteo, debido a su cabello corto, abultado en la cara y
con el uniforme militar, constantemente muchos pensaban que se trataba de un
joven.
Pero
no le dio tiempo de aclarar su sexo, inmediatamente recibió un puñetazo en la
cara. La alquimista cayó al suelo, con la nariz sangrando…
-
¡No sabes con quien te estas metiendo! – grito ella, al levantarse.
Algunos
notaron cierto reloj de alquimista que colgaba de su uniforme…
-
¡Un alquimista estatal! – gritaron en el fondo.
-
No me importa que sea, me las va a pagar – dijo Breda.
Sus
compañeros, Falman y Fuery estaban atentos, rogando porque la situación no se
tornara peligrosa al saber que se enfrentaban a un alquimista.
-
Voy a acabar contigo sin necesidad usar alquimia – amenazo.
Entre
más hablaba, más le aclaraba a cierta persona que no se trataba de un hombre…
“¡Es… una chica!”
Marceline
se lanzó a atacar y se dio un intercambio de puñetazos entre ambos. Ella era
buena en combate. Su maestra, en el norte, le había enseñado a no ser débil y
que tampoco debía depender siempre de la alquimia.
Lamentablemente,
la batalla de los sexos se inclinó por el hombre, que la derribo fácilmente y
otra vez estaba en el suelo. Parecía demasiado tarde para ella, pues el golpe
final ya iba en camino… “¡Maldición! Debí usar alquimia” pensó rápidamente al
tratar de dibujar un circulo de emergencia.
-
¡Ni siquiera lo pienses! – Breda noto ese movimiento de desesperación y justo
cuando su puño iba a impactar la cara de ella nuevamente, algo sorprendente
ocurrió…
…
Toda la gente quedo sorprendida y Breda también.
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